Seguramente te suena la famosa frase “La información es poder”. Pues bien, para lo que nos atañe aquí, podemos cambiarla y decir con todo rigor “La información es amor”:
Para las ciencias sociales, el poder es la capacidad de un individuo para influir en el comportamiento de otras personas u organizaciones sociales. Por desgracia, la influencia se suele usar como herramienta de dominación, aunque no tendría por qué ser así.
De hecho, para quienes amamos a los animales con los que convivimos, la información nos permite amarles en mayor profundidad, cuidarles mejor y dejarnos influir por las señales que nos mandan para que avancemos en nuestra transformación espiritual.
Ahí es nada. Y me quedo tan pancha.
Usamos el mismo elemento, la información, para dos objetivos completamente diferentes: la dominación versus ponernos al servicio, estar a disposición. Esto caracteriza a la comunicación animal y marca la diferencia con otras disciplinas de entendimiento con los animales. No queremos dominar al animal no humano, queremos aprender a amarlo cada vez mejor.
Enmarcada dentro de un proyecto más amplio, sirve también para el autodescubrimiento y el consiguiente autoconocimiento. ¿Y cómo? Acercando al ser humano al reino animal al que siempre ha pertenecido y ha decidido ignorar. Cuando sientes a un animal por dentro, te sientes a ti misma de otra manera, y por unos segundos puedes ver el misterio que eres, algo vislumbras. Por eso engancha tanto estar con ellos, porque nos introducen en su mundo, un mundo que es también el nuestro y al que hemos dado la espalda para quedarnos en este mundo chato del escepticismo y la racionalidad como única dimensión vital.
La comunicación entre especies te permite conocer la vida animal contada por ellos mismos.
Al mismo tiempo, al verte inmersa en ese intercambio de ideas, pensamientos e intenciones vives; no sabes ni piensas, sino que vives, gracias a la experiencia, de otra manera. De repente eres un animal más, y esa sensación es muy reveladora. Desde el punto de vista que tenemos los humanos ahora mismo, es muy reconfortante saberse parte del reino animal. Antes podía dar miedo, porque éramos la presa fácil, pero ahora que “dominamos” el mundo y sabemos que nos estamos equivocando, que nos hemos salido de nuestro camino.
Ahora, saber que pertenecemos al reino animal, y que hay montones de animales que conviven con nosotros, que se mueren de ganas por hablar con nosotros, por compartir sus mensajes, por enseñarnos la forma en la que perciben el mundo, es absolutamente fascinante.
